27 de Julio, Sábado.
Amanece en Perg.
Hace un día soleado, igual que ayer. Recojo mis cosas en previsión de que pueda solucionar hoy el arreglo de Afrikona y bajo a desayunar. La señora del hotel me saluda y se interesa por mi situación, aprovecho para darle mis datos y me comenta que desayune tranquilo que ya se encarga ella de dar parte al seguro de mi paradero. Que bueno, todavía no sabían donde estaba!
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Un sitio agradable el Manner. |
Una media hora despues ya estábamos allí y recibí una mala noticia. El concesionario estaba abierto pero el taller no, ya que no abrían los sábados, de hecho no había ninguno abierto en un radio de 100 km y aunque lo hubiese, difícilmente tendrían una cámara nueva para la rueda de Afrikona.
No sabía que hacer. Esto me retrasaría casi 3 días de viaje. De haberme pasado esto en un pueblo africano estoy seguro de que aparecería alguien con una cámara de la nada y me repararía la moto en un suspiro. Que ironía.
Debí ser muy vehemente con mis explicaciones cuando el gerente del concesionario me ofreció la posibilidad de contactar con su mecánico a título personal para preguntarle si estaría dispuesto a solucionar mi problema, pagándole yo directamente claro. Aunque sabía que incluso así no podría resolver nada, tenté a la suerte y le dije que lo llamara, quizá no fuese necesaria una cámara nueva y se pudiese parchear o algo.
En apenas media hora apareció el mecánico, un tipo con cara de estar curtido en mil batallas.Una vez llegó, le dije a Franz que podia irse, que bastante habia hecho ya y que le llamaría cuando supiese algo.
Bajamos a Afrikona de la grúa y el mecánico desmontó la rueda en 5 minutos. La cámara tenía una raja importante. Parecía como pellizcada, como si llevase rozando la goma contra sí misma miles de km. Probablemente un mal montaje en el anterior cambio de neumático. Tuve suerte de no matarme.
El mecánico me dió la opción de montar una cámara usada similar que tenía por el almacén, era eso o esperar al lunes.
Móntala ya!
Pagué al mecánico y di las gracias al gerente del concesionario. Afrikona estaba de nuevo en marcha y creo que en mi vida olvidaré como se pronuncia "cámara" en alemán ("eslauj").
Solo quedaba recoger las maletas en el hotel y despedirse de la amable señora que me había atendido. No recuerdo su nombre, es imperdonable, lo sé, pero con el ajetreo ni me acordé de preguntárselo. Me deseó buen viaje y que esperaba que regresase a Austria alguna vez más. Seguro que lo haré.
Con todo el equipaje montado en Afrikona, recorrí las calles de Perg hasta el taller de Franz y Anna, paré justo delante de su oficina y Afrikona hizo sonar su claxon. Ambos salieron a recibirme como si fuese un familiar que vuelve a casa. Se pusieron muy contentos de ver la moto arreglada y de que pudiese continuar ruta. Me produjeron tanta ternura que no pude evitar acercarme a ellos y abrazarlos.
Que buena gente hay por el mundo.
Aún era temprano, tenía todo el día para visitar Mauthausen y cumplir, por fín, con uno de los objetivos de mi viaje. Estaba exultante de felicidad, descansado y optimista. Todo en esta vida sucede por una razón, y estaba seguro de que gracias a esta pequeña pausa mi visita a Mauthausen sería mucho más intensa de lo que había previsto. Y no me equivoqué.
Nota:
La próxima entrada de este blog estará dedicada en exclusiva a contar una historia. Esta historia no es sobre el viaje o mi moto. Ni siquiera trata sobre mí. Así que advierto al lector que si no le atrae conocer lo que sucedió dentro de los muros del campo de concentración de Mauthausen, o considera poco interesante la vida del único español que declaró en los juicios de Nuremberg tras la Segunda Guerra Mundial, pues le recomiendo que salte este episodio y que pase directamente a continuación de mi viaje.
A todos los demás, les advierto de la dureza de algunas imágenes y de algunos comentarios, pero es que hay algunas historias imposibles de contar y entender desde la neutralidad de lo políticamente correcto.
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